
Kareth. Kareth. Kareth. El maldito nombre me golpea en la cabeza una y otra vez como un mazo. Me salvó, pero aun me pregunto por qué y no puedo dejar de pensar en eso.
El dirigió el ataque, lo vi, y ahora me salvaba. No entendía nada.
Intente encontrar una postura cómoda en aquella mazmorra, pero me era imposible encadenada como estaba a la pared. Ya había intentado volver a escapar unos minutos antes, pero no era lo mismo madera que una mugrienta e impenetrable pared de 300 años.
Me estaba resignando a morir de hambre cuando oí unos ruidos que se acercaban a mi celda. Me arrime aun mas a la pared, estaba muerta de miedo. ¿Que mas me pasaría ahora?
Dos vampiros altos entraron y me liberaron del anclaje de la pared. Uno era muy musculoso y engarbado, nariz recta y gesto torvo; el otro delgado, fino y níveo como un duende de agua. Sin decir ni una palabra me alzaron con rudeza tirando de las cadenas.
El delgado me cogió sin previo aviso de la barbilla y me miro a los ojos, evaluándome. Sostuve su mirada con un valor que no parecía mío. Pareció cansarse y retiro la mano.
-Kareth desea verte. Murmuro sin emoción en la voz, volvió a mirarme con intensidad, como si desease encontrar algo en mí.
El grandote saco una cinta de tul y me tapo los ojos. Con dureza tiraron de las cadenas para moverme, por el camino pude oír risas, gritos de jaleo, exclamaciones de sorpresa… estaba desconcertada, era como andar por un camino a tientas.
Me caí varias veces sobre la fría piedra lo que causo gruñidos y furia por parte de mis guías.
-Estamos llegando. Me avisó el rubio delgado con voz monocorde. Pasamos varios pasillos y escaleras, hasta que al final llegamos a una habitación. Me empujaron adentro y caí de bruces. Rapidamente me quite la cinta que me cubria los ojos, lo importante era saber donde estaba. Era una habitación amplia con una gran cama cubierta con pieles un par de armarios y una mesa.
-Que te diviertas, Kareth, huele bien. Se rio el grandote.
¡Para eso me había salvado para poder comerme él! Bueno hasta aquí llegaba mi templanza de heroína, no podía más, estar siempre en dudas era un tormento, así que se lo puse fácil.
Me retire el pelo y lo puse todo a un lado del hombro.
El dirigió el ataque, lo vi, y ahora me salvaba. No entendía nada.
Intente encontrar una postura cómoda en aquella mazmorra, pero me era imposible encadenada como estaba a la pared. Ya había intentado volver a escapar unos minutos antes, pero no era lo mismo madera que una mugrienta e impenetrable pared de 300 años.
Me estaba resignando a morir de hambre cuando oí unos ruidos que se acercaban a mi celda. Me arrime aun mas a la pared, estaba muerta de miedo. ¿Que mas me pasaría ahora?
Dos vampiros altos entraron y me liberaron del anclaje de la pared. Uno era muy musculoso y engarbado, nariz recta y gesto torvo; el otro delgado, fino y níveo como un duende de agua. Sin decir ni una palabra me alzaron con rudeza tirando de las cadenas.
El delgado me cogió sin previo aviso de la barbilla y me miro a los ojos, evaluándome. Sostuve su mirada con un valor que no parecía mío. Pareció cansarse y retiro la mano.
-Kareth desea verte. Murmuro sin emoción en la voz, volvió a mirarme con intensidad, como si desease encontrar algo en mí.
El grandote saco una cinta de tul y me tapo los ojos. Con dureza tiraron de las cadenas para moverme, por el camino pude oír risas, gritos de jaleo, exclamaciones de sorpresa… estaba desconcertada, era como andar por un camino a tientas.
Me caí varias veces sobre la fría piedra lo que causo gruñidos y furia por parte de mis guías.
-Estamos llegando. Me avisó el rubio delgado con voz monocorde. Pasamos varios pasillos y escaleras, hasta que al final llegamos a una habitación. Me empujaron adentro y caí de bruces. Rapidamente me quite la cinta que me cubria los ojos, lo importante era saber donde estaba. Era una habitación amplia con una gran cama cubierta con pieles un par de armarios y una mesa.
-Que te diviertas, Kareth, huele bien. Se rio el grandote.
¡Para eso me había salvado para poder comerme él! Bueno hasta aquí llegaba mi templanza de heroína, no podía más, estar siempre en dudas era un tormento, así que se lo puse fácil.
Me retire el pelo y lo puse todo a un lado del hombro.
- Por favor que sea rápido. Le suplique melancólica, baje la mirada.
El me miro extrañamente y después un brillo de entendimiento corrió por su mirada.
Me cogió la cara con sus frías manos, estaba preparada ya, lo estaba…
Pero nuevamente no sucedía nada.
- Protege tu cuello humana, tu sangre es lo más valioso y vulnerable que tienes.
Dicho esto me volvió a colocar el pelo en su sitio.
- N-no entiendo
- No voy a beber tu sangre . Me explico amablemente.
Se dirigió hasta un armario y cogió una gruesa capa, luego se acerco a mí y me la tendió con la mano.
- Hace frio por aquí.
- No cogería nada de un vampiro. Escupí descarada. Vale era desagradecida, me había salvado dos veces de la muerte, pero aun lo odiaba.
Se encogió de hombros. Se sentó en el borde de la cama y me miro divertido.
- Eres increíble. Se rio con fuerza, se paso la mano por el pelo castaño claro.
Me mordí los labios con fuerza, ¿a que jugaba aquel vampiro?
Fui a apoyarme contra la pared, el me siguió con la mirada, cauteloso.
-¿Cómo te llamas? Me pregunto interesado.
Fingí no oírle y gire la cabeza. Me temblaban las manos, así que las apoye en el suelo.
-venga. Prosiguió- tienes que tener nombre. Es lo menosque puedes darme.
- Carlie. Susurre, hablar con él no iba a ser mi mayor alegría.
-Yo soy…
- Se quién eres. Le interrumpí con odio. Eres Kareth, el implacable. El que dirigió el ejército contra mi castillo. Te vi.
El me miro largamente, entornando los ojos. Supongo que el tema de masacrar a los mios no entraba en sus temas de conversacion.
- ¿que hacías fuera de las murallas, Carlie?
- Yo accione la defensa. Murmure con ira.
Seguramente ahora vendría una explosión de furia, ya que por mi culpa no entraron.
Me miro sorprendido y se rio. Que vampiro más extraño. Me miraba una y otra vez y se reía.
-¿Qué te hace tanta gracia? Inquirí en un deje desdeñoso.
El paro de reírse, exhibiendo una sonrisa deslumbrante. ¿Cómo podía un vampiro tener una sonrisa tan bonita?
- Que a Ageo no le hará mucha gracia que te proteja. Respondió tranquilo.
Me estaba protegiendo de Ageo. ¿Pero por qué? Ageo era el jefe de los vampiros y no le iba a gustar que me protegiera ¿Por qué se arriesgaba por mí?
Antes de que pudiera decirle nada, llamaron al portón. El grandote de antes emergió del pasillo y pude ver en sus ojos una clara muestra de decepción cuando me vio. Estúpido.
- Kareth, Ageo ordena verte.
Hablando del rey de roma….
El grandote se fue y Kareth hizo ademan de seguirlo. Movida por un impulso me levante y le cogí del brazo antes de que saliera.
-¡espera! ¿Volveré a verte? Pregunte ansiosa. Era mi unica esperanza de seguir viviendo, po lo que habia visto.
El sonrió misterioso y me acaricio el pelo. Me sonroje.
Acerco su cara a la mía.
-Puedes apostar que si, hermosa Carlie.
Y se fue.